viernes, 29 de marzo de 2013

Amor y Sexo en la Antigua Roma











En esa época, un ciudadano libre podía hacer prácticamente de todo en lo referente al sexo, resume Alfonso Cuatrecasas, doctor en filología clásica y autor de Amor y sexualidad en la antigua Roma, (Ed Letras Difusión), un ciudadano romano podía tranquilamente acostarse con su mujer en la cama, con un hombre en las termas, con la prostituta en un burdel y con un esclavo en el patio de su casa.



Para él existían dos tipos de mujeres: las que servían para casarse, a fin de tener algún hijo, y las que servían para gozar. Al primer grupo pertenecían las ciudadanas romanas. Al segundo grupo, esclavas, extranjeras, y prostitutas.

Los emperadores eran los primeros en dar ejemplo.

Tiberio, amante del sexo, mandó decorar todas las alcobas destinadas a este fin con múltiples pinturas ilustrando las distintas posturas sexuales.

Calígula llevó la teoría a la práctica: se acostaba con su hermana… y hay más: un día lo invitaron a una boda, se presentó y lo primero que hizo fue violar al novio y la novia.

Julio César, además de practicar la homosexualidad, se acostó con prácticamente todas las mujeres de sus amigos senadores y generales.

Nerón, gran amante de los bacanales, hizo castrar a un chico, lo vistió de mujer y se casó con él.

El sexo desinhibido no sólo era un privilegio masculino. La mujer que quería tener sexo tenía que hacer un poco como Dr. Jekylll y Mister Hyde. Algunas podían prostituirse ocasionalmente o frecuentaban burdeles para conocer el placer. Salían a la calle, se arreglaban de forma atractiva, se ponían pelucas, se maquillaban. Cambiaban de identidad: había que disimular, destaca Antonio Poveda profesor de Historia Antigua de la Universidad de Alicante.

Destacan: 











Teodora de Bizancio, sagaz y libidinosa fue mujer de vida alegre y bailarina hasta que conoció al emperador Justiniano y se casó con ella y fue su más hábil consejera en temas políticos.



Marozia y su madre Teodora nobles de cuna fueron conocidas como un par de prostitutas que gracias a sus intrigas y asesinatos consiguieron manejar papas a su antojo.



Fue una de las mujeres más influyentes de su época, se convirtió en la amante del papa Sergio III, dominando la política papal durante veinticinco años. En dicho periodo influyo en la elección de seis papas y ordenó la muerte de algunos más.









Valeria Mesalina, mujer inmoral y depravada se casó con 16 años con Claudio de 50 años, cojo y sordo, tío del emperador de roma Calígula por deseos de este último.

Le gustaba organizar fiestas para hombres y mujeres de alto rango que acababan en orgias. Y, cuando quería estar con amantes de más baja condición social, se prostituía en un burdel cercano con el nombre de Lycisca.


Se cuenta que en una ocasión desafió a una prostituta experimentada a un concurso sexual en el que ganaría la que pudiera acostarse con más hombres. Escila se declaró vencida después de haber sido seducida por 25 hombres, pero Mesalina continuó durante varias horas más.

La unión matrimonial, sólo heterosexual, era un mero trámite burocrático. Procurar la satisfacción a la mujer no era concebible. No se contemplaba la satisfacción mutua.

La vida de pareja en aquel entonces no estaba basada en la fidelidad mutua. La mujer podía ir con otra mujer, no era un problema, no era una infidelidad propiamente dicha, como el hombre que iba con otro hombre. A partir del imperio, la bisexualidad estaba aceptada y el adulterio era algo normal

Con la llegada del imperio, los derechos de la mujer romana experimentan un notable avance, y no sólo gracias a la posibilidad de un divorcio exprés.




La homosexualidad era una característica sobre todo de la civilización griega.

En Atenas los hombres sólo se divertían, en referente al sexo, entre hombres. El culto al cuerpo y a la belleza del mismo a través del deporte servía a tal fin.



En cambio, la época romana se caracterizaba por la ausencia de categorías y etiquetas. Nuestra concepción de que un hombre es heterosexual, homosexual o bisexual no cabría en la mente de un ciudadano de la antigua Roma. Para él, único objetivo era alcanzar el placer sexual introduciendo el pene en una vagina, en un ano o en la boca de cualquier objeto sexual deseable, escribe Clarke. Eso sí, la homosexualidad se aceptaba sin problemas, pero siempre que el que adoptara una postura pasiva perteneciera a una clase inferior.

Los prostíbulos desempeñaban en la antigua Roma un papel esencial, como plataforma de desahogo de los instintos.

Como escribió Catón el Viejo, es bueno que los jóvenes poseídos por la lujuria vayan a los burdeles en vez de tener que molestar a las esposas de otros hombres.

Las prostitutas pagaban impuestos, tenían que inscribirse en registros para llevar a cabo su actividad (llegaron a contabilizarse más de 30.000) y hasta celebraban su propio día de festividad el 23 de diciembre.





Pese a este aparente desenfreno, Roma también cultivaba sus tabúes y uno de ellos era el sexo oral. La boca era símbolo de responsabilidad y deber social, a través de ella se hacían discursos y el arte de la oratoria estaba muy considerada en Roma, con lo que la felación era vista como algo sucio.



Aunque a nuestros ojos los hábitos sexuales romanos nos pueden parecer un caos o derivar hacia la anarquía, pero la civilización de Roma duró 1.229 años. Esto demuestra que estas costumbres laxas no eran incompatibles con la gobernabilidad, aunque la caída del imperio hizo que el cristianismo consiguiera imponer su credo y poco a poco se abandonó la promiscuidad. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario