martes, 5 de marzo de 2013

Sucedió en Paris


Hay ocasiones en que se pierde el glamour.

Salida anual de féminas.

Elección del año, París.



Embarazada de 24 semanas de mi escritor aficionado.

De día visitas culturales, la Torre Eiffel, un paseo por el Sena con el bateaux mouches o las exposiciones del Gran Palais.

Por la noche una copa en el barrio de Montmatre o en el de Marais.

Desayuno en Café de Flore en el barrio de Saint Germain des Prés, punto de encuentro habitual de Sartre y Simón de Beauvoir o Hemingway y Truman Capote.

Merienda en La Pastisserie de Reves cuyos chocolates y pasteles son  alucinantes.









Cenita en Maxim’s por aquello de ver el histórico local.



Noche de espectáculo en el Moulin Rouge para ver en vivo y en directo el local que inspiro a Toulouse Lautrec y disfrutar de un auténtico Can Can.



Todas divinas, de largo y mucho tacón

Teníamos la mejor mesa reservada

Un camarero solo para nosotras

-Seulement champagne s’il vous plait-

Empieza el espectáculo, todas atentas sin perder detalle mientras van sirviendo la cena.

De repente me atraganto.

Dios mío ¡¡¡¡¡, no puedo respirar ¡¡¡¡¡, mi hijo ¡¡¡¡, la anoxia ¡¡¡¡¡, nadie se ha dado cuenta ¡¡¡¡, me asfixio ¡¡¡¡, necesito agua ¡¡¡¡, solo tengo champagne ¡¡¡¡¡, agua ..agua …









Y sacando de un tirón las flores que decoraban nuestra mesa …. me bebí A MORRO el agua del jarrón.




El “serveur” no daba crédito¡¡¡¡,  la divina perdió el glamour.

Al salir,  los otros camareros miraban y murmuraban al pasar.

Salí tiesa, muy tiesa, con la vista al frente.

Perdí el glamour pero no la dignidad.


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