martes, 19 de febrero de 2013

Las siete inteligencias


Las siete inteligencias

El ambiente está tenso, el único que parece estar de paso es pequeñuel, aunque  es el responsable de la reunión,  precisamente porque pensamos que aún tiene un punto de irresponsabilidad.

La tutora escolar y el orientador se han sorprendido de que seamos tan estrictos y exigentes en relación a su formación académica y el aprendizaje de valores como la constancia y la sistemática de trabajo,  necesarios para afrontar el reto de la universidad.

Salgo de la escuela  muy afectada.  Me preocupan mis hijos y en cómo puedo ayudarlos.

Me hago una y mil reflexiones totalmente contradictorias unas con otras.

No puedo opinar según mis ancestrales parámetros, porque  soy de la época de que la letra con sangre entra….. pero …..

Solo con esfuerzo y constancia se consiguen logros …..  sin embargo reconozco que no es lo mismo ser listo que ser inteligente ….  pero ….

A los dieciocho años aún no se tienen las cosas claras pero  …..  ¿ninguna? …  ¿ninguna? …..

Necesito aclarar mis peros, mis dudas y mis temores, asumiendo que no son ni los peros, ni las dudas ni los temores de mi hijo pequeño.

El destino quiso que apareciera en mi vida el libro de “Las siete inteligencias”, siete maneras de afrontar la vida de Eduardo Martí.






















Cada persona es única.



La diversidad está en el corazón de la naturaleza humana. Por eso, cada uno es inteligente a su manera.  Es importante conocer de qué manera somos inteligentes para desarrollar nuestras potencialidades de la forma más adecuada.

Las inteligencias no son un don. Son funciones dinámicas, que se trasforman a lo largo de la vida. Nacemos  con una idéntica arquitectura mental, porque pertenecemos a la misma especie, compuesta por diferentes facetas  que cada persona moldeará según sus experiencias y las oportunidades que le haya ofrecido su entorno. Nuestras inteligencias son el resultado de una doble herencia: genética y cultural.

Sabemos que nuestra mente es el producto de una historia evolutiva a lo largo de la cual nuestra inteligencia ha ido modelándose para adaptarse a un mundo cada vez más cambiante y, a la vez, para crear nuevas realidades, y, su especialización en diferentes módulos ha sido una solución eficaz para afrontar esta complejidad.

En la gran mayoría de las personas, estas siete inteligencias,  alcanzan niveles medios, aunque siempre pueden destacar una, dos o tres inteligencias más que otras.

Las siete inteligencias son:

Musical: Adaptarse a los ritmos y lidiar con los sonidos y la música.

Corporal: Controlar el cuerpo y los movimientos.

Espacial y gráfica: Orientarse en el espacio y razonar con imágenes.

Física: Entender las propiedades físicas de los objetos.

Numérica: Ser capaz de procesar las informaciones numéricas.

Lingüística: Usar el lenguaje.

Socio-emocional: Entender y prever la conducta de las otras personas.

No hay perfiles mejores que otros. Lo importante es cómo sacar partido de nuestras potencialidades y saber armonizarlas con el resto de nuestra personalidad. No debemos desarrollar nuestras inteligencias de espaldas a las emociones

Es preferible educar las inteligencias que estimularlas. Atender a la diversidad es considerar las diferencias como fuente de riqueza.

Cada hijo es una caja de sorpresas, cada hijo es diferente, porque las experiencias aunque sean muy parecidas son asimiladas y vividas por cada hijo de manera diferente, además no es cierto que los padres traten igual a todos sus hijos, porque la relación se construye entre dos y es un proceso dinámico, complejo, difícil de planificar y encasillar.

La escuela es esencial como institución que ofrece una formación básica para adaptarnos a nuestra cultura y para aprender conocimientos indispensables, aunque no es garantía absoluta de éxito profesional.

La motivación de logro es nuestro motor para el progreso y el aprendizaje. Sin ganas de aprender, sin ganas de resolver un problema o de afrontar un desafío poco avanzaremos. Unos de los factores relacionados es el estilo de educación de los padres. Si animan al hijo, estando atentos, reforzando los logros sin dar importancia al fracaso ocasional, ayudan a que el chico incorpore esta motivación de logro como algo propio.

Conclusión:

Tener éxito en la vida no es lo mismo que tener éxito profesional. El éxito profesional es un factor que nos ayuda a sentirnos más realizados, forma parte de nuestra identidad y la satisfacción que nos aporta repercute en nuestra felicidad, pero no es indispensable para que una persona esté satisfecha y tenga una vida plena.

Reflexión:

El error de la juventud consiste en creer que la inteligencia compensa la falta de experiencia; el error de la edad madura es creer que la experiencia sustituye la inteligencia ( Lyman Bryson).

Resumiendo:

Vamos afrontar este reto, día a día, con paciencia y con todo el soporte y comprensión por nuestra parte.

“Mi” hijo, lo vale.

Las siete inteligencias

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