Las siete inteligencias
El ambiente está tenso, el único
que parece estar de paso es pequeñuel, aunque
es el responsable de la reunión, precisamente porque pensamos que aún tiene un punto
de irresponsabilidad.
La tutora escolar y el orientador
se han sorprendido de que seamos tan estrictos y exigentes en relación a su
formación académica y el aprendizaje de valores como la constancia y la
sistemática de trabajo, necesarios para
afrontar el reto de la universidad.
Salgo de la escuela muy afectada.
Me preocupan mis hijos y en cómo puedo ayudarlos.
Me hago una y mil reflexiones
totalmente contradictorias unas con otras.
No puedo opinar según mis ancestrales parámetros, porque soy de la época de que la letra con sangre
entra….. pero …..
Solo con esfuerzo y constancia se consiguen logros ….. sin embargo reconozco que no es lo mismo ser
listo que ser inteligente …. pero ….
A los dieciocho años aún no se tienen las cosas claras pero ….. ¿ninguna?
… ¿ninguna? …..
Necesito aclarar mis peros, mis
dudas y mis temores, asumiendo que no son ni los peros, ni las dudas ni los
temores de mi hijo pequeño.
El destino quiso que apareciera
en mi vida el libro de “Las siete inteligencias”, siete maneras de afrontar la
vida de Eduardo Martí.
Cada persona es única.
La diversidad está en el corazón
de la naturaleza humana. Por eso, cada uno es inteligente a su manera. Es importante conocer de qué manera somos
inteligentes para desarrollar nuestras potencialidades de la forma más adecuada.
Las inteligencias no son un don.
Son funciones dinámicas, que se trasforman a lo largo de la vida. Nacemos con una idéntica arquitectura mental, porque
pertenecemos a la misma especie, compuesta por diferentes facetas que cada persona moldeará según sus
experiencias y las oportunidades que le haya ofrecido su entorno. Nuestras
inteligencias son el resultado de una doble herencia: genética y cultural.
Sabemos que nuestra mente es el
producto de una historia evolutiva a lo largo de la cual nuestra inteligencia
ha ido modelándose para adaptarse a un mundo cada vez más cambiante y, a la
vez, para crear nuevas realidades, y, su especialización en diferentes módulos
ha sido una solución eficaz para afrontar esta complejidad.
En la gran mayoría de las
personas, estas siete inteligencias,
alcanzan niveles medios, aunque siempre pueden destacar una, dos o tres
inteligencias más que otras.
Las siete inteligencias son:
Musical: Adaptarse a los ritmos y
lidiar con los sonidos y la música.
Corporal: Controlar el cuerpo y
los movimientos.
Espacial y gráfica: Orientarse en
el espacio y razonar con imágenes.
Física: Entender las propiedades
físicas de los objetos.
Numérica: Ser capaz de procesar
las informaciones numéricas.
Lingüística: Usar el lenguaje.
Socio-emocional: Entender y
prever la conducta de las otras personas.
No hay perfiles mejores que
otros. Lo importante es cómo sacar partido de nuestras potencialidades y saber
armonizarlas con el resto de nuestra personalidad. No debemos desarrollar
nuestras inteligencias de espaldas a las emociones
Es preferible educar las
inteligencias que estimularlas. Atender a la diversidad es considerar las
diferencias como fuente de riqueza.
Cada hijo es una caja de
sorpresas, cada hijo es diferente, porque las experiencias aunque sean muy
parecidas son asimiladas y vividas por cada hijo de manera diferente, además no
es cierto que los padres traten igual a todos sus hijos, porque la relación se
construye entre dos y es un proceso dinámico, complejo, difícil de planificar y
encasillar.
La escuela es esencial como
institución que ofrece una formación básica para adaptarnos a nuestra cultura y
para aprender conocimientos indispensables, aunque no es garantía absoluta de
éxito profesional.
La motivación de logro es nuestro
motor para el progreso y el aprendizaje. Sin ganas de aprender, sin ganas de
resolver un problema o de afrontar un desafío poco avanzaremos. Unos de los
factores relacionados es el estilo de educación de los padres. Si animan al
hijo, estando atentos, reforzando los logros sin dar importancia al fracaso
ocasional, ayudan a que el chico incorpore esta motivación de logro como algo
propio.
Conclusión:
Tener éxito en la vida no es lo
mismo que tener éxito profesional. El éxito profesional es un factor que nos
ayuda a sentirnos más realizados, forma parte de nuestra identidad y la
satisfacción que nos aporta repercute en nuestra felicidad, pero no es
indispensable para que una persona esté satisfecha y tenga una vida plena.
Reflexión:
El error de la juventud consiste
en creer que la inteligencia compensa la falta de experiencia; el error de la
edad madura es creer que la experiencia sustituye la inteligencia ( Lyman
Bryson).
Resumiendo:
Vamos afrontar este reto, día a
día, con paciencia y con todo el soporte y comprensión por nuestra parte.
“Mi” hijo, lo vale.
Las siete inteligencias