sábado, 9 de noviembre de 2013

Niñ@s robados

Siempre supe que Rosa, mi vecina,  era una niña adoptada y,  siempre supe que no tenía que decírselo a nadie.

-Y ¿porque?- preguntaba a mi madre.

-Contaron que su madre era muy joven, de muy buena familia y que la dio en adopción -

-Y ¿Por qué?-

- Su familia caería en desgracia si se supiera.  -

-Y ¿Por qué?-









-Porque era una madre soltera  y, ningún hombre iba a querer casarse con ella -



-Y ¿Por qué?-

Aquí mi madre, la sorda, ya hacía ver que no me oía. No podía hablar de pérdidas de virginidad ni temas tabú con su hija de ocho años.

Un sábado al mediodía un par de coches oscuros aparcaron delante de la tienda/casa de Rosa y una señora muy elegante bajo de uno de ellos.

Se presentó delante de los padres de Rosa y les explico que siendo joven había tenido una hija, y que sus padres habían aceptado darla en adopción, sin tener en cuenta su decisión por ser menor de edad.

Ahora, casada con un señor adinerado que conocedor de su pasado,  había pagado un detective y sabían que Rosa era su hija y venían a por ella.

No paso ni media hora cuando aparecieron más coches y se apearon de él dos monjas y un cura.

Nunca supimos que pasó, que se contó o que dijeron, el caso es que la elegante dama desapareció para siempre de la vida de Rosa, y nunca más se habló del tema.

¿Adoptada?, ¿robada?, nunca se sabrá, porque ya no vive ninguno de los implicados. Rosa ya tendría 55 años si no hubiera fallecido tan joven...

La madre que pierde un hij@ , la madre que adopta, educa, entrega amor y cariño, y, el hij@ que busca sus orígenes, a pesar de los pesares, debe ser muy duro y muy difícil.

Hay que vivirlo para entenderlo, pero es innegable que el dolor y la tristeza ha de ser enorme y el sentimiento de pérdida es compartido por todos y cada uno de ellos. 


No es justo que nadie viva con esta losa en su mochila, pero como dijo Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote : “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”. 

Siempre supe que Rosa, mi vecina,  era una niña adoptada y,  siempre supe que no tenía que decírselo a nadie.

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