A las muchachas no nos llamaban a
filas, pero hacíamos el servicio social. Estoy segura que el año 1974
marcó mi destino profesional y forjo mi carácter.
Un pequeño grupo nos mandarón al
hospital e hicimos un curso de “puericultura” (diploma que aún conservo),
una vez finalizado, me incorpore a la
guardería de una fábrica textil dirigida por “monjas” (por aquellos años era
muy común que grandes empresas dispusieran de este servicio) donde preste mis
servicios sociales comunitarios.
Mi adorado padre, decidió que
esta experiencia no era suficiente y que debía ver un poco más de “mundo” por
lo que consiguió la autorización para seguir un año más prestando mis servicios
en el Cottolengo.
Cuando el jesuita José Alegre, natural de Tarrasa, viajó a Roma y a su paso
por Turín conoció la obra de José Benito Cottolengo, (Fue beatificado el 29 de
abril de 1917 por Benedicto
XV y fue canonizado por el
Papa Pío XI el 19 de
marzo de 1934), se quedó tan fascinado
que pidió solicitó fundar una casa en España.
De vuelta a Barcelona contagió su entusiasmo y fueron muchos los amigos
seglares que aunaron fuerzas y recursos para ver conseguido el gran sueño del
jesuita. El 10 de diciembre de 1930 murió el P. Alegre con la pena de irse de
este mundo sin verlo fundado. «Si nos echas una mano desde el cielo, seguimos
adelante», le exhortaron sus fieles compañeros. Y así fue.
El mismo día que se cumplía el segundo aniversario de su muerte se fundaba
el primer Cottolengo del Padre Alegre en Barcelona. Son más de 80 años sin
interrupción ofreciendo un hogar a los más pobres, ya que durante la guerra
civil logró mantenerse aunque de forma clandestina.
En 1939, se constituyó la congregación de las Hermanas Servidoras de Jesús
del Cottolengo del Padre Alegre para continuar la obra cuya fundadora fue
Dolores Permanyer i Volart cuya labor al servicio de Dios y los más necesitados
aún permanece.
Son centros de oración, sin subvenciones y viven de lo
que Dios les hace llegar.
En la actualidad son nueve las casas que tiene el
Cottolengo del padre Alegre en el mundo, seis en España (Barcelona, Valencia,
Madrid, Santiago de Compostela, Las Hurdes y Alicante), dos en Colombia
(Buenaventura y Popayan) y una en Portugal (Lisboa).
Atienden personas con una enfermedad incurable y
además pobres de solemnidad.
El impacto que me causo la visión de aquellas personas
con deformidades físicas que jamás creí que existieran fue brutal, pero el
recuerdo de su cariño y agradecimiento dejo una huella imborrable, marco mi
destino profesional y forjo mi carácter.
Las monjitas del cottolengo son unos angeles, dedican su vida a proteger y cuidar a estas personas, Dios las bendiga y les siga dando fuerzas para seguir con esta obra.... un abrazo inmenso
ResponderEliminarLas monjitas del cottolengo son unos angeles, dedican su vida a proteger y cuidar a estas personas, Dios las bendiga y les siga dando fuerzas para seguir con esta obra.... un abrazo inmenso
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