Uno
de los mayores temores del ser humano es diferenciarse del resto y no ser
aceptado.
“La
conformidad es el proceso por medio del cual los miembros de un grupo social
cambian sus pensamientos, decisiones y comportamientos para encajar con la
opinión de la mayoría” (Solomon Asch)
Se
dice que tenemos el síndrome de Solomon cuando tomamos decisiones o admitimos
conductas para evitar sobresalir,
destacar o brillar en un entorno determinado, y, también cunado nos
obstaculizamos para no salirnos del camino por el que va la mayoría.
Muchos
tenemos miedo de llamar la atención en exceso por miedo a que nuestras virtudes
y nuestros logros ofendan a los demás, creyendo que nuestro valor como personas
depende de cómo nos valoren los demás ya que formamos parte de una sociedad que
tiende a condenar el talento y el éxito ajeno.
Tras
estas conductas se esconde la envidia, que surge cuando nos comparamos con
otros y concluimos en que tienen algo que deseamos. La envidia paraliza el
progreso por el miedo que genera no encajar con la opinión de la mayoría.
Mª
Dolors Mas Delbanch psicóloga catalana,
nos aconseja que el primer paso para superar el complejo de Solomon
consiste en comprender la inutilidad de molestarnos por lo que opine la gente
de nosotros. De hecho, cada uno de nosotros tiene su propia opinión de sí mismo
y de los demás y esa opinión es tan respetable como la nuestra. Si lo pensamos
lentamente, no queremos destacar por miedo a lo que ciertas personas –movidas
por el sinsabor que les genera su complejo de inferioridad– puedan decir de
nosotros para compensar sus carencias y sentirse mejor consigo mismas.
¿Y qué
hay de la envidia? ¿Cómo se supera? Muy simple: dejando de criticar el éxito
ajeno para comenzar a admirar y aprender de las cualidades que han permitido a
otros alcanzar sus sueños. Queda claro que lo que codiciamos nos destruye, lo
que admiramos nos construye. Especialmente, porque aquello que admiramos en los
demás empezamos a sembrarlo en nuestro interior. Por ello, en lugar de luchar
contra lo externo, construyamos por dentro. Y en el momento en que superemos,
como sociedad, el complejo de Solomon, existirá la posibilidad que cada uno
aporte, individualmente, lo mejor de sí mismo a la sociedad.
Uno de los mayores temores del ser humano es diferenciarse del resto y no ser aceptado.
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