Siento que estamos cerrando una etapa y empezamos otra
que no será mejor ni peor, será diferente.
En
realidad quiero hablar de cómo vivimos el evento de la presentación de la
primera novela de mi hijo, pero han sido precisamente estas vivencias las que
me han remontado a treinta años atrás.
He
de reconocer que para mí, era muy importante realizar y vivir mi proyecto de
vida, y entre mis necesidades no entraba la de vivir en pareja y mucho menos tener hijos. Por eso, la idea de formar una familia ya fue todo un
reto y convertirme en madre fue una idea muy pensada. Quería sentirme realizada
como mujer antes de complementarme como madre.
Tenía
muy claro, que la familia es el núcleo en la cual los seres humanos adquieren
los primeros rasgos para desarrollar su identidad personal, así como los
hábitos y los valores que determinarán su pensamiento y su desarrollo social, y
solo en pensar en esta enorme responsabilidad ya me agotaba y me daba muchísima
pereza realizar dicho esfuerzo.
Cuando conocí a Papi, me fascino y rompió mis
barreras, pero tenía miedo de confundir este arrebato ciego y apasionamiento con
amor.
Nuestra relación fue progresando e hicimos un esfuerzo
por mejorar nuestra comunicación, consiguiendo una profunda confianza, con la
generosidad suficiente para compartir y convertir el yo en nosotros, nos cuidados y entregamos sin perder nuestras
individualidades respetando el propio espacio.
Y cuando decidimos estar preparados para tener hijos, tuvimos
muy claro que queríamos construir una familia feliz, estable y equilibrada a
pesar de las muchas horas que dedicábamos a nuestra faceta laboral.
Educamos
con palabras, con acciones, sentimientos y actitudes procurando que asimilaran
los conocimientos, las normas de conducta, modos de ser y formas de ver el
mundo.
Potenciamos
su creatividad, su imaginación constructiva, pensamiento creativo y original a
partir de narraciones, lecturas, viajes, dibujos, juegos, vivencias propias y
mucho intercambio de opiniones.
Apostamos por la motivación ilusionante y a luchar por un sueño, sin excusas ni límites
dando mucha importancia a la voluntad y a la constancia.
Voluntad
como facultad de decidir y ordenar la propia conducta a pesar de ser contraria
a las tendencias del momento.
Constancia
como la virtud que nos conduce a llevar a cabo lo necesario para alcanzar las
metas que nos hemos propuesto a pesar de las dificultades.
Impulsamos
fuerza, acción, talento y flexibilidad para ir variando la estrategia en
función se vaya evolucionando para adaptarse a los cambios y sacar provecho de
los elementos inesperados.
Hemos inculcado que la felicidad no existe ni en el
futuro ni en el pasado. Es un estado emocional, un estado interno que solo se
puede sentir en el momento presente y el secreto es apreciar lo que se tiene
durante más tiempo en lugar de desear otras cosas enseguida.
No ha sido fácil y ha habido momentos en que no veíamos
la luz principalmente durante la etapa adolescente. Hemos tenido que consensuar
decisiones no siempre acertadas ya que somos humanos y cometemos errores, que
hemos tratado de compensar con grandes dosis de cariño, humildad, serenidad, complicidad y mucha paciencia.
Durante el acto de presentación, mientras observaba a los chicos y escuchaba su
pequeño speech, me inundo un sentimiento
de orgullo y pensé – están en ello, han encontrado el camino- y mirando a un
papi muy emocionado le vocalice –GRACIAS- .
Siento que estamos cerrando una etapa y empezamos otra
que no será mejor ni peor, será diferente.